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MITOLOGÍA GRIEGA

“Nosotros no debemos olvidar que la serpiente o el lagarto es el identificativo de la inconsciencia y de las fuerzas del mal..” J.M.

Bibliografía de la Mitología Griega en el laberinto del Minotauro.

Un gran misterio rodea el comienzo del Universo y de la existencia humana. En la oscuridad de la conciencia yace dormido un monstruoso y terrible Dragón que desea despertar y liberarse de su largo sueño encadenado en las profundidades de la tierra.


La constelación de Ophiuchus (Ofiuco), el Serpentario, está representada por un hombre que domina la fuerza bruta de una gran serpiente. Es un emblema elocuente de la necesidad que tiene la humanidad de luchar contra las partes más arcaicas de su conciencia, y de dominarlas, sin pena de ser devorado por ellas.
Quizás la actual pretensión materialista y errónea de que esta constelación forme parte del Zodiaco como el signo número 13, responda a una forma simbólica e inconsciente de liberar a la Serpiente de su prisión, ya que sus fuerzas benefactoras son conocidas, o al menos intuidas, y podrían salvar a la humanidad y llevarla a una "Nueva Era" y a un "Nuevo Orden Mundial", pero en realidad se corre el riesgo de desatar una terrible fuerza pues se subestima su verdadero poder, cuyas virtudes requieren que el hombre esté realmente preparado y capacitado física, mental y espiritualmente para que no se salgan de su control, así como hoy están completamente fuera del control espiritual, la ciencia y la tecnología, a las que tanto hemos endiosado últimamente.

Mitológicamente Ofiuco corresponde con Asclepios, hijo de Apolo y la humana Corónide. Éste desarrolló tal habilidad en Medicina, que era capaz incluso de resucitar a los muertos, y Hades, molesto por ello, pidió a Zeus que lo castigara por violar el orden natural, a lo que Zeus accedió. No obstante, como homenaje a su valía, decidió situarlo en el cielo rodeado por la serpiente, símbolo de la vida renovada. El distintivo de Asclepios es un báculo con una serpiente enroscada en él, símbolo que actualmente representa a las instituciones médicas.


Zeus y Tifón

Tifón (Τυφών; Typhon) es el nombre que se le dio al monstruoso y gigantesco hijo de Hera/Juno, la diosa del matrimonio y quien dio a luz a Tifón por sí misma (el egoísmo feminista[1]) a causa de la ira que sentía contra su hermano y esposo Zeus/Júpiter por haber hecho nacer de su cabeza a Atenea. En otras versiones es hijo de Gea, la Madre Tierra y Tártaro, el vacío interior. Tifón nació en una cueva de Cilicia y confinado allí en la misteriosa tierra de Arimos.

Aunque su aspecto no era enteramente reptiliano, Tifón era llamado por los griegos como δράκων (drákōn) tenía dedos con forma de cabezas de dragón y sus piernas estaban formadas por serpientes. Tifón podía quemar todo lo que se le opusiese con su mirada, así como vomitar fuego y lava de su boca, crear huracanes y terremotos moviendo sus alas.

Hesíodo narra que, después de que Zeus derrotó y expulsó a los Titanes, la madre de ellos, Gea, llevó al Tártaro a su hijo más joven, Tifón, quien habría tomado el Cielo y derrocado a los dioses olímpicos ese mismo día si Zeus no lo hubiese visto a tiempo y comenzado a pelear contra él. El dios primero lanzó sus rayos desde el Cielo, luego bajó a la Tierra para golpearlo de cerca. Fue en Cilicia donde Zeus luchó con el monstruo. En la batalla, Tifón atacó a Zeus con sus llamas, derrotándole temporalmente, cortándole los tendones.

Tifón fue finalmente vencido por Zeus, quemándole sus cientos de cabezas serpentinas y arrojado al Tártaro o, según Esquilo, encerrado bajo el volcán Etna donde "su lecho raspa y aguijonea todo el largo de su espalda extendida contra él", o en otras regiones volcánicas, donde es el causante de las erupciones. Esta batalla constituye el principal evento en la Gigantomaquia

 

 

 

 

 

Zeus y Tifón

Apolo y Pitón

En el himno homérico a Apolo/Febo, encontramos el más temprano registro de Apolo combatiendo contra un dragón en Delfos. Muy poco después de su nacimiento en la isla de Delos, Apolo cruzó el mar y vagó por el continente buscando un lugar en el cual establecer un santuario oracular. Finalmente llegó a Haliartos donde comenzó a construir las fundaciones, pero una ninfa lo persuadió para que fuese a Crisa en las laderas del monte Parnaso en Delfos, a construir su gran templo.

Mientras trabajaba en su construcción, encontró cerca de un manantial a una mujer-dragón (drakaina) que era una criatura monstruosa, enorme y salvaje que había sido culpable de una gran violencia contra la gente y los rebaños de esa tierra. Para cualquier hombre, encontrarla significaba la muerte. Ella había sido, además, la nodriza de Tifón. En su discurso de victoria, Apolo le dice a su agonizante oponente que ni Tifón ni Quimera podrán salvarla de la muerte. Esta mujer-dragón no tiene nombre en el himno, pero la literatura posterior la denominó Delphyne, y la describió como guardiana del Oráculo de Delfos. Es a veces equiparada con Equidna (en griego antiguo, 'víbora), un monstruo con cabeza y torso de mujer pero con la parte baja de serpiente, y consorte de Tifón.

 

 

Jan Boeckhorst, Apolo y Pitón. S. XVII

Después del año 300 a.C. se hizo popular la versión, retomada por Ovidio, en la que Apolo, cuatro días después de nacer, llegó a Delfos cuando Gea o Temis todavía regían el santuario que era custiodado por un dragón llamado Pitón (Πύθων; Python), el cual vivía dentro de una gruta cerca de Delfos, sobre el monte Parnaso, junto a la Fuente de Castalia. Este manantial era el que emitía los vapores causantes de que el Oráculo de Delfos hiciese sus profecías. El monstruo era hijo de Gea, la Madre Tierra, nacida del barro que quedó después del Gran Diluvio. Apolo, para proteger a su madre, Leto, quien era perseguida por Hera, suplicó que le hiciera un arco y flechas a Hefesto/Vulcano, el divino herrero. Tras recibirlos, Apolo arrinconó a Pitón en la cueva sagrada de Delfos. El dios luchó contra el dragón y después de dispararle varias flechas con su arco, finalmente lo asesinó. Luego Apolo fue a Creta para purificar su sangre y después regresó a Delfos para tomar posesión del Oráculo y se le conoció como Apolo Pitio. Fundó el Festival y los Juegos Píticos para celebrar su victoria.[2]

Heracles y las Serpientes de Hera

En los mitos de Zeus y Apolo, Hera aparece como ese arquetipo oscuro del principio femenino, la Sombra-Mujer que es egoísta, individualista y feminista, y en los mitos de Heracles/Hércules se verá igualmente como el principal obstáculo de las hazañas del héroe semidivino a quien odia profundamente y desea destruirle.

Así pues, a los pocos días de haber nacido Heracles, hijo de Zeus y de Alcmena, Hera envía dos serpientes para que lo mataran mientras dormía en su cuna. Pero el pequeño Heracles estranguló a las serpientes, una con cada mano y fue hallado por su niñera jugando con sus cuerpos como si fueran insignificantes juguetes.


Heracles y la Hidra de Lerna

En un ataque de locura provocado por Hera, Heracles mató a sus propios hijos y a dos de sus sobrinos con sus propias manos. Al despertar y descubrir los odiosos actos que había cometido, sintió mucho dolor, y no quiso continuar viviendo con Mégara (otras versiones dicen que también Mégara fue asesinada junto con sus hijos). En penitencia por haber realizado tan criminal acción, la sibila délfica le dijo que tenía que llevar a cabo diez trabajos que dispusiera Euristeo, el hombre que había usurpado su legítimo derecho a la corona y a quien más odiaba.

El segundo de los trabajos de Heracles consistía en matar a la Hidra de Lerna, que era hija de Tifón y Equidna, y fue criada por Hera cerca de la fuente Amimone en Lerna.

 

 

Antonio Pollaiuolo, Hércules y la Hidra. 1475

Heracles disparó flechas en llamas al refugio de la Hidra, que era la fuente de Amimone, para obligarle a salir de ella. La Hidra tenía inicialmente tres cabezas serpentinas y un aliento venenoso pero Heracles descubrió que cada vez que cortaba una cabeza, le crecían dos más en su lugar.

Los detalles del enfrentamiento son explicados por Apolodoro. Advirtiendo que no podría derrotar a la Hidra de esta forma, Heracles pidió ayuda a su sobrino Yolao. Éste tuvo la idea (posiblemente inspirada por Atenea) de usar una antorcha para quemar el muñón del cuello tras cada decapitación, cauterizando la herida y evitando así que las dos nuevas cabezas brotasen. Heracles cortó todas las cabezas y Yolao quemó los cuellos abiertos, matando así a la Hidra. Heracles tomó entonces su única cabeza inmortal y la enterró bajo una gran roca en el camino sagrado entre Lerna y Eleia, mojando sus flechas en la sangre venenosa de la Hidra y completando

así su segundo trabajo.

Heracles y Ladón
Después de que Heracles cumpliese con éxito sus diez trabajos, Hera le hizo ver a Euristeo que dos de los trabajos no contaban pues había recibido ayuda: ni el de la Hidra; porque le había ayudado Yolao, ni el de los establos de Augías, porque recibió un pago por él (o bien, porque los ríos hicieron el trabajo), de modo que Euristeo ordenó dos más, que Heracles también completó, haciendo un total de doce.

El primero de estos dos trabajos adicionales consistía en robar las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides, que era el huerto de Hera en el Oeste. Para proteger el árbol del cual crecían las manzanas doradas, Hera colocó en el jardín a un dragón de cien cabezas que nunca dormía llamado Ladón el cual, al igual que la Hidra, fue engendrado por Tifón y Equidna.

Después de que Heracles matase al dragón, Hera lo puso en el cielo del polo norte en forma de constelación, la cual se llama Draco.

 

Ra y Apep

En la mitología egipcia, el gran Ra, dios del Sol, navega en su barca solar y debe enfrentarse diariamente contra la gran serpiente Apofis/Apep, que habita en la Duat (Inframundo), y que intenta detener el avance de la barca. Para ello emplea varios métodos: ataca la barca directamente o culebrea para provocar bancos de arena donde el navío encallara. Todo ello tiene sólo una finalidad: romper la Maat, es decir, el Orden Cósmico. Tras derrotarla, Ra, el Sol, asciende de nuevo al firmamento cada mañana por el Este.
 

 

 

 

 

La Gran Serpiente Apofis

Apofis representa el mal, con el que había que luchar diariamente para contenerlo; sin embargo, nunca sería aniquilado, sólo era dañado o sometido, ya que de otro modo el ciclo solar no podría llevarse a cabo diariamente y el mundo perecería. Para los antiguos egipcios la existencia del mal era necesaria para que el bien fuera posible. Cuando el cielo se teñía de rojo, era a causa de las heridas provocadas a Apofis. También, interpretaron que los eclipses eran obra suya, en su lucha en la Duat. En la interpretatio græca, el dios Horus es identificado con Apolo, y su enemigo Seth, con Tifón.

Fereydun y Azhi Dahaka

La mitología persa describe a Azhi Dahaka (en avéstico, 'Gran Serpiente') como un monstruo parecido a un dragón de tres cabezas y seis ojos. Se dice que tiene mil sentidos, para sangrar serpientes, escorpiones, y otras criaturas venenosas. Se dice también que puede controlar las tempestades y traer la enfermedad. Este dragón fue derrotado por el héroe Thraetaona o Fereydun, pero no podía ser matado; por ello fue encadenado a la montaña Damavand.

 

 

El Monstruo del Caos y el Dios del Sol. Asiria.

Indra y Vritra

Así como en Persia, Grecia y Egipto, en India abundan relatos de combates contra serpientes y dragones, y el más importante es el que se llevó a cabo entre los védicos Indra y Vritra.

Vritra era una serpiente gigante que en los comienzos del mundo abarcó las Aguas Primordiales del Caos impidíendo que fluyeran los siete ríos y la lluvia. Era hijo de Danu, madre de los Danavas, como se les llamaba a veces a los demonios (asuras). De acuerdo con el Taittiriya Sanhita y el Catapatha-Brahmana, fue creado por Tvashtri, el divino artesano y herrero, de algunas gotas de soma fundido sobre fuego; a partir de entonces surgió una flecha que se disparó en todas direcciones, hasta que el monstruo fuese forzado a regresar a los océanos.

Vritra era tramposo (mayin), ateo (adeva), burlón y prepotente (piyaru), malicioso (arcasana) y un demonio insultante (atra mrdhavac). Consumió enormes cantidades de comida, creció en tamaño y no dejó que drenaran libremente las aguas cósmicas de los ríos.


En el Rig Veda (el texto indoeuropeo más antiguo que existe), Indra es el dios más importante. Le están dedicados unos doscientos cincuenta himnos, cantidad elevadísima en comparación con los diez dirigidos a Varuna y treinta y cinco a Mitra. Es el héroe por excelencia, modelo ejemplar de los guerreros, temible adversario de los dasyus o dasas ('enemigos') como se les llamaba a los aborígenes dravídicos de la India, "los de piel negra" (krishnam vacham), matriarcales, a quienes los invasores indo-arios sometieron alrededor del año 1500 a.C. estableciendo la cultura védica. Esta invasión constituyó un conflicto racial y espiritual entre una religiosidad aborigen, siniestra y demoníaca, y la nueva religiosidad solar, "olímpica" y heroica de los invasores aryas, personificada por Indra, igual que la invasión doria de Grecia tuvo como patrón a Apolo, y la de Creta a Teseo, símbolo de lo nuevo y lo heroico, que dio muerte al Minotauro, símbolo de la cultura minoica, pre-helénica y matriarcal.

Los acólitos de Indra, los maruts, reflejan, a nivel mitológico, las sociedades indoiranias de jóvenes guerreros (maiya). Pero Indra es al mismo tiempo demiurgo y fecundador, personificación de la vida exuberante, de la energía cósmica y biológica. Bebedor insaciable de soma, arquetipo de las fuerzas genesíacas, desencadena las tempestades, hace caer las lluvias y es señor de todo lo húmedo
.

 

Dios del Cielo, la tormenta y el trueno (vajrin), equivalente al nórdico Thor, al celta Taranis, al eslavo Perún y al grecorromano Zeus/Júpiter[4] y al igual que Zeus, Baal y Apolo, mató a su enemigo a temprana edad, de hecho, algunos himnos refieren que fue en búsqueda del dragón para combatirlo cuando tenía solamente unos días de haber nacido. Para ello, había bebido una gran cantidad de soma en casa del sabio Tvashtri con el fin de empoderarlo antes de enfrentarse al monstruo. Tvashtri forjó los rayos (vashra) para armar a Indra[5], y cuando Indra se lo pidió, el dios Vishnú hizo espacio para la batalla.

Fue una cruenta batalla la que se libró entre ambos: Vritra le rompió la mandíbula a Indra, y éste lanzó sus rayos, de los cuales muchos de ellos dieron en la espalda, cara y otras partes vulnerables del dragón quien finalmente fue derribado. De acuerdo con algunos himnos védicos, Indra también usó arco y flechas, aunque estas mismas flechas no eran más que sus mismos rayos. De este modo, los rayos de Zeus y las flechas de Apolo, constituyen el mismo poder para derrotar a la Serpiente.

Indra destruyó sus noventa y nueve fortalezas y liberó al fin las aguas y el Sol que hasta entonces estaban confinados en la oscuridad del Caos Primigenio, lo que simboliza claramente el Ordenamiento del Mundo a partir del Caos (Ordo ab Chaos). Vritra fue arrojado a las tinieblas del Inframundo y el Caos permanente que rodea o delimita el Cosmos, y donde permanece. El destierro al infierno y la muerte son equivalentes.

Como sucede en los mitos cananeo, babilónico y egipcio, la recompensa por su victoria fue el reinado del mundo. Por esta hazaña, Indra fue conocido como Vritrahan ('Asesino de Vritra') y también como "Asesino del primogénito de los dragones". Después Indra atacó nuevamente con su rayo y derrotó a Danu, la madre de Vritra. Al igual que el griego Tifón, el egipcio Apofis y el persa Azhi Dahaka, Vritra yace bajo la tierra y las montañas en los bordes de la oscuridad
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Sigfried y Fafnir
 

La figura del dragón también se destaca notablemente en el folclore nórdico. En el Cantar de los Nibelungos, Sigfried mata a Fafnir, dragón que custodia el tesoro de los nibelungos. Al bañarse con su sangre, Siegfried obtiene la invencibilidad y el don de hablar el Lenguaje de los Pájaros. Igualmente, en la mitología tradicional escandinava aparece Sigurd, el dios cazador de dragones, quien comparte su nombre con la versión islandesa de Sigfried.

Beowulf y el Dragón

En Beowulf, el poema épico anglosajón más importante y antiguo de la literatura medieval inglesa, se narran las hazañas de un rey escandinavo llamado Beowulf quien, en la última etapa de su vida y con la ayuda de su sobrino Wiglaf, lucha contra un dragón que amenazaba a su pueblo. Después de una sanguinaria batalla, ambos logran acabar con la bestia, pero Beowulf cae gravemente herido y antes de morir encomienda a su sobrino apoderarse del tesoro custodiado por el dragón y utilizarlo para reconstruir el reino.

 

 

 

 

 

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